miércoles, 5 de marzo de 2014

NUEVOS DATOS SOBRE LA UTILIZACIÓN DE MODELOS ARQUITECTÓNICOS EN LOS ESCRITOS DE ARQUITECTURA INGLESAS DEL SIGLO XVII.


Ponencia realizada por Carlos Montes Serrano en la Universidad de Valladolid, en la cual trato un tema muy puntual: la difusión de la maqueta como mecanismo de representación y proyectación de la arquitectura,  en la Inglaterra del siglo XVII.
Es cierto que la función que cumplieron los modelos arquitectónicos parece un tema menor y de escasa importancia. Pero un estudio más atento de la tratadística nos permite entender que éstos tuvieron en su día un papel mucho más digno que el que hoy cabe suponerles. En nuestro caso concreto, cabe afirmar que las maquetas o modelos supusieron un gran cambio en los modos de proyectación de los arquitectos ingleses del siglo XVII, especialmente a partir del reinado de Carlos II Estuardo, que vuelve al trono tras la dictadura de Oliver Cromwell, trayendo con él todo un entendimiento del arte y de la arquitectura importado de Francia e Italia. Veremos, por tanto, cómo los modelos, o mejor, cómo la referencia a los modelos en la tratadística inglesa del siglo XVII, arroja cierta luz sobre la práctica de la arquitectura y sobre la situación profesional del arquitecto en aquella época.
El tema de este escrito no es del todo nuevo, ya que hace unos pocos años publiqué un par de ensayos sobre la utilización de los modelos en la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII. Con especial detenimiento mencionaba el pasaje dedicado a las maquetas en el primer tratado inglés de arquitectura, The Elements of Architecture, publicado  en Londres en 1624 por sir Henry Wotton. El pasaje en cuestión, informaba a los ingleses de una práctica habitual en Italia en la representación del proyecto arquitectónico, tal como Wotton pudo observar en sus muchos años como embajador en aquel país. En nuestra opinión, y aunque no es posible afirmarlo a ciencia cierta, la recomendación de Wotton de trabajar con modelos suponía una novedad en al ámbito inglés, ya que los testimonios anteriores al siglo XVII, si bien confusos, dan a entender que la práctica habitual de los maestros de obras o Surveyors consistía en la realización de planos y, ocasionalmente, de moldes y plantillas para el corte de piedra.
Por el contrario, cabe afirmar con toda seguridad que a lo largo del siglo XVII la construcción de modelos arquitectónicos fue convirtiéndose en una práctica frecuente en el proceso de ideación y concreción formal del proyecto, en contraste con la perspectiva, sistema de representación del que apenas tenemos constancia en este siglo en Inglaterra. Como es lógico, esta práctica se ve confirmada en la literatura inglesa de ese siglo, en la que encontramos diversos pasajes que nos confirman que los modelos se habían convertido en un instrumento necesario en la definición del proyecto por parte de los arquitectos.
Con el fin de mostrar estas ideas me centraré en los dos textos de arquitectura publicados por Sir Balthazar Gerbier. Se trata de dos pequeños libritos que, hasta el presente, apenas han merecido la atención por parte de los especialistas.
El primero de ellos, titulado A Brief Discourse Concerning the Three Chief Principles of Magnificent Building, fue publicado en Londres en 1662.
Como su nombre indica, constituye un conjunto de recomendaciones, de poco más de cuarenta páginas, dirigidas a aquellos nobles que pretenden erigir una mansión.
. Los Counsel and Advise to all Builders, por el contrario, tienen una mayor extensión y abarcan un buen conjunto de temas de interés para conocer los procesos constructivos en la Inglaterra del siglo XVII.
Como era de esperar, dada la costumbre ya asentada en el continente y en Inglaterra sobre el uso de maquetas a escala, A Brief Discourse contiene una extensa cita sobre la necesidad de contar con un modelo sobre la obra que se pretende construir. Tras aconsejar que elijan con cuidado el lugar –siempre cercano a la ciudad, rodeado de agua y bosques–, Gerbier advierte de una costumbre muy al uso en la Inglaterra de entonces: la improvisación continua en la ejecución de las obras.
Se trata de una herencia de la tradición isabelina, a la que se unía la ausencia de profesionales de la arquitectura y el desconocimiento de los mecanismos gráficos para definir totalmente el proyecto antes de su ejecución. Para evitar este mal Gerbier aconseja la realización previa de un modelo en el que se concretasen todos los aspectos de la obra, evitando tanto la improvisación, como las posibles alteraciones.
Es de interés la referencia a los distintos modelos ejecutados por varios arquitectos para el ayuntamiento de Amsterdam, aunque –en opinión de Gerbier– eligieron el peor de ellos. La comparación con las jaulas de pájaros es una ironía al hilo del comentario sobre los modelos, ya que éstos guardaban semejanza con las enormes pajareras –de uso habitual en las viviendas inglesas–que solían tener la forma de casa. Con esta sutil comparación, Gerbier critica la confusa distribución de las mansiones de la época Tudor y Estuardo, con sus habituales pasadizos, peldaños y escaleras de caracol. Más adelante vuelve a insistir en la misma idea, indicando que . Si bien es cierto que por perspectiva entiende no tanto el dibujo de apariencias, sino las leyes de la óptica que obligan a deformar los cuerpos según el lugar, altura o lejanía, o a disminuir o aumentar los elementos de los órdenes arquitectónicos según su disposición en altura
Gerbier, como vemos, nos habla de un cambio profundo en la tradición medieval –que aún pervivía en sus días– debido a la nueva situación profesional del arquitecto, más atento ahora a la ideación y la representación del proyecto, que a la ejecución del mismo a pie de obra. Y con el fin de afianzar esta nueva situación del profesional del arquitecto –en muchos casos asumida por nobles aficionados–, Gerbier concederá una gran importancia a los modelos, con el fin de fijar definitivamente la idea del edificio a construir e impedir posteriores modificaciones o improvisaciones en la obra.
Esto de evitar las futuras alteraciones en el edificio, parece ser un lugar común en los escritos de la segunda mitad del XVII en Inglaterra, y tiene una explicación. Es posible que, tras la restauración monárquica, los nobles ingleses –en su mayoría educados en la buena arquitectura de Francia e Italia– no confiasen en los maestros de obras locales, pues a pesar de su gran experiencia en la construcción, desconocían las nuevas corrientes arquitectónicas desarrolladas en el continente. De ahí que se crease una afición por el diseño arquitectónico por parte de los mismos nobles, llegando éstos a proyectar sus propias casas; siendo común la discusión entre ellos sobre las preferencias de cada uno por tal o cual solución. Esta es la razón por la que, llegado un determinado momento, la solución final se debiera definir por medio de un modelo acabado en todos los detalles, a partir del cual no cabría más juicios, cambios o improvisaciones.
Nos confirma esta hipótesis la lectura de los manuscritos y diarios de Sir Roger Pratt (1620-84), otro noble inglés familiarizado con la arquitectura clásica de Italia y Francia a través de sus viajes y lecturas, el cual también llegaría a proyectar y construir varias casas señoriales en su país.  Entre el conjunto de sus escritos sobre arquitectura se conserva un manuscrito de 1660 en el que, al igual que sucedía con los textos de Wotton o Gerbier, se recoge una serie de notas o recomendaciones acerca del uso de los dibujos y modelos en la definición del proyecto.
En un interesante pasaje de sus notas Pratt describe cómo debe proceder un noble en la ideación de una nueva mansión. Nos indica que, si alguien no se encuentra capaz de diseñar una casa por sí mismo, debiera acudir a algún otro “ingenius gentleman”, que hubiera visitado la buena arquitectura del extranjero y fuese un buen conocedor de los mejores tratadistas, como Palladio, Scamozzi o Serlio, para que le realizase unos sencillos dibujos de su proyecto. A partir de entonces, recomienda recabar la opinión de hombres juiciosos sobre dicho proyecto, evitando a aquellos nobles más apegados a los gustos antiguos.
Finalmente, cuando ya se hubiera convencido de cómo debe ser la mansión, debe mandar hacer un detallado modelo de madera, para confirmar su opinión y, si fuera el caso, contratar a un maestro de obras que dirija las obras. A partir de este momento, precisa Pratt, no se debe alterar en nada lo proyectado en el modelo.
En otro lugar, Pratt defiende la realización de modelos amparándose en la práctica de los mejores arquitectos de Italia, “que no acometen la construcción de un edificio de entidad, o de gran gasto, sin el modelo, con el que ahorran dinero”. En este pasaje Pratt parece seguir el tratado de Philibert de l’Orme, ya que a continuación describe las medidas y el coste del modelo de Antonio de Sangallo para San Pedro de Roma. Aunque, al contrario del francés, Pratt defiende la realización del famoso modelo, ya que en su opinión el objetivo de este tipo de modelos es el de prevenir futuras alteraciones, “evitando toda queja del comitente y abuso del arquitecto, ya que el modelo siempre quedará como una prueba de la invención de uno y del consentimiento del otro”
En su defensa de los modelos, Pratt llega a otorgar una primacía de éstos sobre los planos; ya que –en su opinión– los planos ofrecen una representación“superficial y parcial de las partes del edificio, mientras que el modelo lo hace de forma unitaria y de acuerdo con sus dimensiones”. De ahí que el modelo debiera ser detallado, trabajado en su interior y exterior, “con todas las divisiones, conexiones, vanos, ornamentos, etc., de tal forma que puedan verse, en sus debidas proporciones, tal como se verán posteriormente en la obra, siendo así un ensayo previo de la misma”
. En otro pasaje, Pratt se refiere a la forma de construir un modelo, detallando la clase de madera y escala a usar, e indicando que éstos debían incluir los ornamentos y toda clase de detalles en el interior y exterior.
Podemos apreciar que Roger Pratt, al contrario de Wotton, no sigue las recomendaciones de Alberti y de los tratadistas del seiscientos, como Philibert de l’Orme o Vicenzo Scamozzi, en cuyos textos se solía recomendar que los modelos fuesen sencillos, sin demasiados adornos. Más bien nos confirma que en su época –la segunda mitad del siglo XVII– los modelos se habían convertido en una pieza fundamental en el proceso de proyecto, adquiriendo casi un valor autónomo como obra de arte. En este sentido, entendemos que Pratt indique que “no debe olvidarse disponer el modelo sobre una plataforma elevada, tanto para evitar las inconveniencias de la humedad, como para que éste gane en gracia y majestad”; para concluir lo siguiente: “en resumen, haz que el modelo se asemeje lo más posible, y en todos los detalles, al objeto que debe representar para nosotros”.

Extraido de la  Ponencia realizada por: Carlos Montes Serrano
en la Universidad de Valladolid

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